martes, 14 de junio de 2016

Fragmento de "The Age of Wonder", de Richard Holmes(1)

Claude-Louis Desrais - Bildarchiv Preussischer Kulturbesitz, Berlin

«Jean François Pilâtre de Rozier era un profesor de filosofía natural, que dirigía un pequeño zoo y tenía una academia en la rue Saint-Honoré. Tenía 29 años. Había inventado una máscara de gas, una antorcha de hidrógeno y una nueva teoría sobre los truenos, todo lo cual parecía relevante para la técnica de los globos aerostáticos. Pequeño, energético y encantador, era un considerable mujeriego; pero junto con su carisma también poseía una extraordinaria sangre fría. Demostró ser valiente y preciso durante situaciones peligrosas, y pronto se hizo indispensable para los Montgolfier. Acababa de inventar la profesión de piloto de pruebas. Tenía lo que hay que tener.
El primer globo Montgolfier pilotado despegó de La Muette el 21 de noviembre de 1783. Era enorme, monstruoso. Medía 25 metros de altura, y estaba gloriosamente decorado en azul, con dorados que representaban figuras mitológicas; se impulsaba mediante un brasero abierto de dos metros de diámetro en el que ardía paja.
Los aeronautas escogidos para pilotarlo eran Pilâtre de Rozier y un elegante oficial de la Garde Royale, el Marqués d'Arlandes. D'Arlandes había sido seleccionado por sus conexiones con la Corte, por su entusiasmo y su riqueza; también simplemente porque los Montgolfier necesitaban un contrapeso.
Pilâtre iría montado en una galería circular alrededor del cuello del globo, y no en una cesta, así que su peso tenía que ser equilibrado por un segundo aeronauta en el lado opuesto de la galería. D'Arlandes se convirtió, por tanto, no sólo en el primer copiloto, sino en el primer balasto.
Más tarde publicaría un recuento muy lacónico de su histórico viaje, que los llevó volando bajo sobre los tejados de París durante unos 27 minutos. El Montgolfier se elevó inicialmente a 300 metros de altura, atravesó el Sena, y comenzó una lenta deriva sobre los tejados de Saint-Germain, evitando por poco las torres del Saint-Sulpice, elevándose de nuevo sobre el parque de Luxemburgo, y finalmente desplomándose rápidamente hacia las Buttes aux Cailles (cerca de la actual Place d'Italie, en el XIII Distrito).
Por la estructura circular de la galería, con el brasero y el cuello del globo en el centro, los pilotos apenas pudieron verse el uno al otro durante el vuelo. Pilâtre pasó gran parte del tiempo gritándole a un d'Arlandes invisible para él que dejase de admirar el paisaje de París y se dedicase a alimentar el fuego: "¡Vamos! ¡Vamos! ¡Si se queda embobado mirando al Sena, acabaremos nadando en él!".
De hecho, d'Arlandes iba experimentando un pánico creciente (y tenía sus razones). Primero imaginó que el globo se había incendiado, luego que la tela se estaba separando de la galería, y finalmente que los cordajes del globo se iban soltando, uno a uno. No paraba de suplicarle a gritos al piloto: "¡Tenemos que aterrizar! ¡Tenemos que bajar ahora mismo!" Cuando un golpe de viento agitó el globo sobre Les Invalides, le chilló a Pilâtre "¿Pero qué hace? ¡Deje de bailar!".
Muchos testigos declararon más tarde que podían oir a los dos hombres gritarse mutuamente mientras pasaban sobre sus cabezas. Asumieron que estarían describiendo las glorias del vuelo.»


(1) Lo que he hecho con este fragmento del libro, he de reconocerlo, no es tanto una traducción como una apropiación indebida, a medio camino entre una traducción comme il faut y una narración independiente de la historia. Sirva esta nota al pie para pediros perdón y recomendaros que leáis el libro original, si no por la elegancia de las semblanzas de los principales científicos ingleses de finales del XVIII(2), por el capítulo dedicado a la invención y la historia temprana del globo, que se lee como una novelita independiente, fresca y entretenida.
(2) Me ocurre también —supongo que, puestos a caer en las notas al pie, in for a penny, in for a pound— que gran parte del libro sucede en la Inglaterra del rey Jorge, el contrapunto exacto de los Estados Unidos de Hamilton fully armed batallion to remind you of my love, &c. No es una fiebre que me haya cogido con mucha fuerza, pero me sorprendo visualizando involuntariamente algunos pasajes con los protagonistas del musical, lo cual no deja de ser un pequeño placer añadido.
Por ejemplo, otro de los pioneros de los vuelos en globo, el italiano Vincenzo Lunardi, en una ocasión escandalizó a un salón de té al proponer un brindis en honor a si mismo: "I give you me, Lunardi, whom all the ladies love".

lunes, 6 de junio de 2016

"@nramalleira mola"

Se me ocurrió buscar ayer en Twitter "@nramalleira mola" (no en un ataque de egolatría, sino por recuperar una conversación sobre el Kickstarter del juego estructural Mola Model). Por supuesto, no encontré lo que estaba buscando, sino una lista exhaustiva de todas las cosas que me han molado en Twitter desde que abrí cuenta, hace unos cuatro años. Y es espantosamente larga:
La historia de la sonda Akatsuki, y la de la ISEE-3. El proyecto TARDiS, incluído su nombre. El edificio Bradbury. "The Mastermind". Los ascensores Paternoster (o bien este artículo sobre ellos en 99% Invisible, no lo tengo claro). 99% Invisible en general (dos veces). Radiolab en general (dos veces). Estos dos capítulos en particular de 99% Invisible, este de Radiolab, y, a saber por qué, "[una] señora que sale" en este otro.
El episodio de This American Life en el que hablan de un extremeño que hace foie gras. Futility Closet. "The Thrilling Adventures of Lovelace and Babbage", de Sydney Padua, The Thrilling Adventure Hour y su crossover con Welcome to Night Vale.
Sydney Padua, Ed Yong, Hank Green, Cliff Stoll, Ander Izagirre y esto que contó en su blog, Connie Willis, Ruth Wilson en "Luther", Octavio Domosti, dos veces John Finnemore, John Oliver, "y, por elevación, Footlights en general".
Catástrofe Ultravioleta, y en concreto el primer cuarto de hora de su capítulo "Morgan". The Horne Section. Notas de cine, Pretérito Imperfecto, La Script, Sofá Sonoro, y la sección de Alfonso Cardenal en el Hora 25 del 24 de enero de 2014. Tapia de Casariego, la historia del apellido Japón, este vídeo, las webs The Public Domain Review y Brain Pickings, un artículo sobre la broma del Dreadnought y un vídeo de Kurt Vonnegut que encontré en la segunda e, inevitablemente, también el Mola Model.
Seguir en Twitter a @Daurmitheste hilo suyo sobre el Google Deep Dream, este texto, su libro (y más tarde la portada, por separado), y que en una ocasión le llamasen escritora. Que Mariana se abriese cuenta en Twitter, que mi primo Javier oiga listas de Spotify de mi prima Noelia, "coger un ejemplo que claramente apunta en un sentido y razonarlo en el contrario", y que "a la hora de buscarme regalos, la gente me visuali[ce] como un profesor de Oxford de los 50".
"The curse", "The Race for Space", la sesión de Dr. John en Ultrasonic Studios, la banda sonora de "Cowboy Bebop", y esta versión de "Seven Nation Army" hecha por C. W. Stoneking.
Este vídeo de Veritasium, la parte de este de Emilie Graslie que trata sobre acacias, este de una bola de agua en gravedad cero, y también otro de "It's OK to be smart" que ahora es privado o ha desaparecido.
Molan un artículo de Juan Tallón en "El Progreso" cuyo enlace está roto, una frase tuiteada por Jorge Martínez que después borró, dos momentos perdidos de la ceremonia de inauguración de los JJOO. de Londres, un doodle antiguo de Google y la historia que no recuerdo de una canción. 
Este artículo y este reportaje, ambos de Jacinto Antón. Este otro, que sorprendentemente no lo es, y esta noticia. Un reportaje de Guillermo Abril sobre portacontenedores. "What to pack for Certain Death", de Emi Gennis, "The street Tom Waits grew up on", de Tom Gauld, y "As the token female member of this action-adventure team, my job is to kick", de Juliana Gray.
Mola que Manu Leguineche hubiese escrito una biografía de Thesiger, que los Ben Folds Five tengan un disco llamado "The Unauthorized Biography of Reinhold Messner", que Xabier Fortes sea hermano del autor de un libro sobre piratería en las Rías Baixas. Por último, molan la versión italiana del título de "Fortunately the Milk", el "apellido" de Rafa Cabeleira, el tumblr de Pablo Tilve, esta historia que contaba América Valenzuela en Quo, esta otra, las películas "Skyfall" y "Looper", las series "Community" y "The Great Train Robbery", y la palabra "judeomasón".

jueves, 28 de abril de 2016

"Ladran, Sancho, luego cabalgamos"

Aparte de que no sea una cita del Quijote y por tanto Sancho no pinte nada en ella, no entiendo la premisa de la frase "ladran, luego cabalgamos".
Para que tenga sentido hay que admitir que el Quijote y Sancho están cabalgando, pero de alguna manera no lo saben. Y me pregunto cómo es posible. No parece complicado discernir, por empezar por alguna parte, si tienen o no un caballo debajo, y una vez que han obtenido esa información y están razonablemente seguros de ella, fijarse por ejemplo en si todas las cosas a su alrededor parecen estar moviéndose a la vez.
Pero en fin, sea: es una noche sin estrellas, sus monturas están siendo extremadamente sigilosas, y no tienen ninguna referencia externa con la que guiarse. Son como un árbol en el medio de un bosque que nadie sabe si está caído o no, salvo el gato que oyó el golpe desde dentro de la caja y a la vez no lo oyó en absoluto porque está muerto y el árbol no existe y además Sancho en realidad ni siquiera es Sancho porque esa frase no sale en el libro.
Pero unos ladridos rompen de pronto el silencio infinito de la noche, cogiéndolos desprevenidos y asustando imperceptiblemente a sus caballos. Y solo porque oyen a los perros, con una agilidad mental que francamente llevaba faltándole toda la noche, deduce el Quijote que algo han debido de cabalgar, después de todo.
Interpretar cuando un perro ladra que sólo puede significar que has llegado a caballo a su territorio es aventurado. Mi perro le ladra a los limones de mi finca porque quiere jugar con ellos. Por supuesto, bien pensado, el Quijote es por definición ridículamente optimista, así que lanzarse a conclusiones de ese estilo es propio del personaje.
Y aún dando por bueno su razonamiento, me sigue molestando el problema de que no sepan si se han movido o no. Parece ser imposible detectar su avance de un modo directo y tienen que fiarse de métodos externos, como la opinión de los perros. Esto me hace pensar que su avance ha sido mínimo, que están tan lejos de su objetivo que en realidad poco más da que hayan avanzado o no.
¿Y qué hacen fuera de la posada en medio de la noche? Uno se espera esas insensateces del Quijote, que posiblemente esperaba avanzar leguas y leguas sin darse cuenta, pero ¿por qué Sancho se ha dejado arrastrar, en la noche cerrada, cuando lo más probable es que se pierdan?
De hecho, es posible que el Quijote tenga razón y se hayan movido, pero en la dirección equivocada. Tal vez con la luz de la mañana se den cuenta de que tienen enmendar el rumbo, después de toda la noche sin dormir.
Existe, por supuesto, otra explicación: que en realidad el avance sea lo de menos, y que cuando el Quijote le pidió a Sancho que saliese de su catre y lo siguiera, ya supiese que no llegarían a ninguna parte, que no entenderían si estaban ganando terreno o no, que no había ningún objetivo en el horizonte, y lo único que pretendiese fuera, precisamente, despertar a los perros para dar impresión de movimiento, aunque fuese a costa de engañar a Sancho y cansar inutilmente a los caballos.

martes, 26 de abril de 2016

Zzyzx

Zzyzx fue el sueño de un emprendedor llamado CH Springer, que lo fundó en 1944 y le dedicó 30 años de su vida. Llegó a contar con hotel, spa, estación propia de radio e incluso un lago artificial. Toda esta prosperidad acabó abruptamente cuando se lo arrebató el gobierno federal.
Springer se había dedicado desde su juventud a dar conferencias de ciudad en ciudad, haciéndose pasar por doctor(1) con credenciales inventadas de universidades ficticias, para vender en ellas tónicos y ungüentos. En algún momento se ordenó a si mismo pastor de alguna iglesia imprecisa y comenzó a llamarles sermones en lugar de conferencias, lo cual hacía más fácil pasar el cepillo y pedir donaciones. Además, en calidad de predicador, consiguió un espacio de 4 horas diarias en una cadena de radios evangélicas, que utilizaba para hacerse publicidad.
Pero el hombre quería más. Tenía el sueño de fundar un pueblo balneario, como el Battle Creek de Kellogg (aunque sin mutilaciones genitales infantiles(2), lo cual es un punto a su favor), y lo persiguió con ahínco durante casi doce años. Fundó, con ayuda de sus feligreses, varios balnearios y casas de descanso en Maryland, Iowa y Pennsylvania; desafortunadamente tuvo que acabar cerrándolas, una tras otra, porque tenía la costumbre de no pagar impuestos.
Tras esa serie de fracasos dio un giro radical a su vida y decidió mudarse a California, donde presentó una solicitud al Gobierno por los derechos de explotación minera de una parcela del desierto del Mojave.
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¿Conocéis la metáfora de la montaña de Neil Gaiman?
Cuando estaba comenzando a escribir se dio cuenta, como muchos otros, de que era incapaz de escribir al nivel que se exigía a si mismo; tenía que practicar mucho antes de ser un buen escritor.
Gaiman se convenció de que su objetivo, escribir bien, era como una montaña que veía desde lejos, recortándose en el horizonte, al principio de una larga caminata.
No estaba obligado a darse prisa en llegar, así que se dedicó durante años al periodismo, e incluso escribió un libro sobre un grupo de moda; pero se prometió que mantendría siempre su montaña a la vista, y que solo tomaría las decisiones profesionales que lo acercasen a ella. En algún momento le ofrecieron ser editor de una revista —era un buen trabajo, con un buen sueldo—, pero lo rechazó porque lo que le interesaba era escribir sus propias historias.
Vista desde fuera, la vida de Springer no se parece en nada a ese camino ordenado hacia un objetivo final que aconseja Gaiman. Había sido profesor universitario, médico, predicador, empresario hostelero fracasado; había ido cambiando de ruta, tomando atajos equivocados, pegando bandazos espectaculares por todo el Midwest americano, y ahora tocaba su salto más extraño: minero en California.
El balneario, la montaña soñada al final de su camino, nunca había parecido tan lejana.
Y sin embargo, el principio que lo dirigía era el mismo. Sabía que era capaz de ganarse la vida con su labia y su carisma, y nunca se dejó tentar por la comodidad de la vida burguesa. Nunca había sido doctor ni universitario, y tampoco pretendía ponerse ahora a buscar oro. En cuanto le dieron la concesión se olvidó de la minería, se frotó las manos al ver que le habían cedido el control de una parcela de casi 50 kilómetros cuadrados, y fundó un balneario.
Para construirlo, su iglesia ofreció caritativamente refugio a indigentes de Los Ángeles, a los que enviaba a su campamento en mitad del desierto y les pedía como compensación por su misericordia que ayudasen en las obras. Por tan buena labor, además de mano de obra gratuita, obtuvo exenciones fiscales.
En pocos meses acabó el hotel-balneario, "un retiro espiritual en tierra de Dios" al que llamó Zzyzx para asegurarse de que fuese "the last word on health" en las guías telefónicas(3). Después llegaron la radio, desde la que siguió predicando y anunciando sus productos en shows que llegó a sindicar a 400 radios regionales; las termas falsas —en realidad una piscina con calentadores en el fondo—, la iglesia, el lago artificial y el castillo, en el que modestamente vivió durante 29 años, hasta que al gobierno se empezó a preguntar qué tal le iría con su mina.

REFERENCIAS Y ENLACES
"Make good art", de Neil Gaiman.

(1) En el cartel de una conferencia en 1933, por ejemplo, se presenta como "Curtis Howe Springer M.D., N.D., D.O., Ph.D., honorarily conferred".
(2) Cuentan en Sawbones que Kellogg era un firme defensor de la abstinencia, hasta el punto de haber dejado escrito que "ni la peste, ni la guerra, ni la viruela (...) han sido tan desastrosas para la Humanidad como el pernicioso vicio del onanismo". Uno de los métodos que proponía para evitar el mal de la masturbación era quemar con ácido fénico el clítoris de las niñas.
También era partidario de la eugenesia y la separación de las razas; y de los enemas diarios de yogur, oddly enough.
(3) Esto me recuerda la historia de la familia neoyorquina que lleva 60 años persiguiéndose por la guía telefónica.
Sam y Dave Krasilovsky montaron una empresa de transportes y guardias jurados, "Sam Krasilovsky & Bro.", y contrataron en ella a su sobrino Mike. El negocio les iba bien, pero Mike era ambicioso
: no se conformaba con trabajar para sus tíos y quería entrar en el negocio a las cajas fuertes; en cuanto pudo, se estableció por su cuenta .
En un gesto no muy elegante, al independizarse se cambió el apellido de Krasilovsky con v a Krasilousky con u, de manera que su compañía quedaba justo por delante de la de sus tíos en el listín. El éxito que tuvo con esa maniobra hizo que su primo Milton se animase a montar también su propio negocio, "Transportes 'Mick' Krasilousky"; poco después, los tíos Sam y Dave les tomaron la delantera a ambos al cambiarse  a su vez el apellido a Krasilosky. En este punto, probablemente un tanto frustrado, Krasilousky (Mike, no Mick) decidió poner tierra de por medio y fundó una subsidiaria de su empresa a la que llamó "Atlas-Krasilousky Safe Co"; pero menos de un año después sus tíos habìan creado la "Acme Safe Co., Division of S. Krasilovsky and Bros."no, por cierto "S. Krasilosky", y estaban de nuevo justo por encima de él.
Más tarde llegó una nueva generación de primos a aumentar la competencia y complicar todavía más el asunto. Marvin Krasilovsky fundó la
"AAA Acme-Krasilovsky Safe Company". Su primo Monroe Krasilovsky, hermano de 'Mick' (no Mike) Krasilousky—, que tuvo la lucidez de pensar que los clientes iban a acabar hartándose del crucigrama que habían montado, fundó otra, pero le puso "Empire Safe".
Con el tiempo, todas las empresas nombradas con alguna variante del apellido empezaron a perder dinero, y así que los Krasilovskys fueron poco a poco siguiendo el ejemplo de Monroe y escogiendo marcas comerciales que no mencionasen a la familia.
Aún así, trasteando en Google, he encontrado la "AAA Acme Krasilovsky Safe Co." y la "Krasilovsky Div. of Acme Safe Company". Aparecen listadas en la web de las páginas amarillas con la misma dirección.

lunes, 4 de abril de 2016

Sobre "The marriage plot", de Jeffrey Eugenides

En un momento de "The marriage plot", alguien escucha el inverosímil nombre de uno de los protagonistas, Mitchell Grammaticus, y la primera pregunta que le viene a la cabeza es si es descendiente de griegos.
Es un trozo suelto de diálogo, sin mayor importancia en la trama, pronunciado por un personaje irrelevante; pero lo recuerdo porque al leerlo me pareció un fallo ridículo del escritor que Grammaticus le sonase a su personaje, a primer golpe de oído, como un apellido griego.
Para empezar —merece la pena decirlo— porque no suena ni por asomo a un apellido real; pero en todo caso, entre la "m" doble y la "u" de la sílaba final, Grammaticus no tiene la forma típica de los apellidos griegos.
A lo que que se parece el nombre de Mitchell Grammaticus —protagonista oculto del libro, brújula moral de la historia—, hasta el punto de replicar el patrón de sílabas y acentos, es a otro nombre, este sí claramente griego al primer golpe de oído, al cual supongo que vino a sustituir muy tarde en el proceso de edición, cuando el diálogo en el que tanto chirría ahora estaba consolidado y no había manera de cambiarlo; y está claro una vez que lo piensas y por supuesto que está en todo su derecho de hacerlo, pero es hasta triste que lo haya hecho de una forma chapucera y resulte tan evidente.
A lo que se parece "Mitchell Grammaticus", quiero decir, es a "Jeffrey Eugenides".

domingo, 27 de marzo de 2016

I wanna be your Maria Popova #6

Si hubiésemos seguido publicando con regularidad, este boletín habría salido el 20 de diciembre, día de las elecciones.
Tenía previsto aprovechar la ocasión para enlazaros este perfil en el Times de Justin Trudeau, el nuevo primer ministro de Canadá, que me produce cierta curiosidad: Trudeau's Canada, again, por Guy Lawson.
Aunque, en realidad, sería únicamente una excusa para enseñaros luego el vídeo del combate de boxeo que se menciona en el texto.
Es un mero acto publicitario, con una excusa forzada, entre dos políticos de un país no muy importante; y sin embargo merece la pena porque es una máquina narrativa perfecta: hay un malo y un bueno, los comentaristas están en contra del bueno y lo subestiman, el malo es feo, el bueno empieza perdiendo... El final casi me provoca lágrimas de emoción y puñetazos al aire. Me recuerda, por cierto, a esto: On the winning side, en Radiolab.
(Sobre ese capítulo de Radiolab, y sabe dios cuántas más cosas, escribí desordenadamente una serie de textos que voy a enlazar aquí, entre paréntesis).
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De entre los múltiples repasos a lo mejor de 2015 que he visto —en lugar de escribir este boletín—, al que más vuelvo es al de All songs considered. Solo conocía dos de las canciones y tres o cuatro de los artistas, y llevo dos semanas yendo y viniendo de él. También han hecho, a principios de enero, un repaso  a los 16 años de vida del programa, que me puso ridículamente melancólico por 2001 y 2002 pero me descubrió otro puñado de canciones y grupos que no me sonaban de nada.
Creo que tuve una especie de crisis de mediana edad musical a los 24, en la que decidí que toda la música que me iba a interesar estaba ya hecha; es posible que me equivocase.
Por otra parte, hace mucho que no veo en una misma semana dos cosas tan propias de finales de los 90 como el Tiny desk de Sylvan Esso y Sprinter, de Torres. Igual no soy yo el que está volviendo a la música, sino que la música actual la que está volviendo a géneros de mi época.
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Otro de los podcasts que más escucho habitualmente, y que cumple una función similar a All songs considered (siendo esa función, muy específicamente, llenarme de ganas de investigar cosas interesantes en internet cuando estoy en el trabajo), es el de Longform.
Es un programa de entrevistas a periodistas en las que hablan de sí mismos y de su carrera, así que lo más probable es que no os interese a todos.
Os recomiendo, sin embargo, que escuchéis el episodio de Rukmini Callimachi, en el que explica la estrategia de comunicación de ISIS, y su relación con sus fuentes dentro de la organización.
Como término general las entrevistas de Longform no merecen tanto la pena, salvo para aquellos fascinados como yo por oír a escritores hablando de escribir. Pero los presentadores parecen genuinamente entusiasmados por los reportajes de sus entrevistados, y dan ganas de leerlos. Por ejemplo, la entrevista de Jon Mooalem me hizo leer este texto sobre palomas en Hollywood, y me recordó esta historia maravillosa de hipopótamos y espías en los pantanos de Louisiana: American Hippopotamus, por Jon Mooallem. (Es larguísimo, como casi todos los reportajes de The Atavist; si no tenéis vacaciones también podéis oír aquí el podcast).
También, a raíz de la entrevista a Dan P. Lee leí su perfil de Fiona Apple. Según lo iba leyendo recordaba el perfil de Jonathan Ames sobre Lenny Kravitz (sin saber que Fiona Apple y Jonathan Ames habían salido juntos, lo cual es extrañamente coherente).
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Y nada más por aquí. Mariana me dijo que la cubriese un par de meses y lo he hecho a base de no publicar nada, que es una manera extraña de mantener un boletín, admittedly. Pero es de esperar que vuelva dentro de poco, y esto empiece a ser más regular y menos logorreico.

domingo, 20 de marzo de 2016

I wanna be your Maria Popova #5

Andamos bajo mínimos en la redacción de iwbymp, incumpliendo promesas y llegando tarde a las citas; por faltar, para ser honestos, nos falta incluso la redacción.
Mariana sigue ocupada y yo estoy en un pueblo perdido de Arkansas, tropezando con vacas y desesperado por reconciliar mi anglofilia, mi envaramiento y mi esnobismo liberal con estar a centenares de millas bajo la Mason-Dixon, en un pueblo cuyo único bar tiene la bandera confederada encima de la puerta y un retrete que probablemente doble funciones como lavamanos.
Estoy, quiero decir, tratando de aferrarme a cualquier cosa que me haya gustado y sean genuinamente americanas, e idealmente tengan relación con este pueblucho, por tenue que sea.
Por ejemplo, me ha supuesto una sorprendente alegría releer un texto de Maciej Ceglowski sobre la zona de riesgo sísmico de New Madrid, que está a 100 kilómetros aquí. Confronting New Madrid, en Idle Words.
Ceglowski es el creador del Túnel de burritos Alameda - Weehawken, y ha escrito mucho sobre Scott y la Antártida. El motto de su blog es "brevity is for the weak" y dio una charla sensacional sobre la historia de la aviación y la del diseño de web, en la que mezclaba ideas que pesaban igual u olían parecido. En general me cae bien.
Encontrar en su artículo una conexión entre mi vida de verdad y esta habitación de hotel ha sido levemente reconfortante —incluso menciona la acería de Nucor que hay a un par de kilómetros de aquí—; a la vez que preocupante, porque por supuesto la menciona para preguntarse cómo se enfocarán las labores de reconstrucción de las infraestructuras dañadas por el terremoto, cuando éste se lleve por delante la única acería de la zona. Hay varios saltos de nivel en la frase anterior, notaréis, varias capas metafóricas de escombros acumulándose una sobre otra.
Puestos a hablar de desastres geológicos que pueden pasar en Estados Unidos durante mi estancia, tengo el deber moral de citar el artículo de Kathryn Schultz en el New Yorker sobre la zona de subducción de Cascadia, que sumió a toda la ciudad de Seattle en sentimientos contradictorios muy similares a los míos: por una parte, Schultz se pregunta no ya si habrá un terremoto que destruya la ciudad, si no cuándo sucederá; pero por otro lado está tan bien escrito, de una manera tan fluida. The really big one, por Kathryn Schultz.
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También está relativamente cerca de aquí Oxford, MS, cuna de la Oxford American, una revista que nació con la pretensión de ser la New Yorker del Sur (siempre hay alguna revista que pretende ser la New Yorker de algún sitio).
El caso es que para la Oxford American escribe a veces Harrison Scott Key, autor de esta historia en Snap Judgement (recomiendo que escuchéis el episodio completo), y también de esto, por poner un ejemplo: Fifty shades of Greyhound, en Oxford American.
Además de eso, llevo dos semanas escuchando el disco más genuinamente americano que conozco: Hamilton, un musical rap sobre los padres fundadores de EEUU.
Está compuesto por Lin-Manuel Miranda, de quien merece la pena destacar que participó en el episodio musical de This American Life, que escribió el número final de una gala de los Tony durante la propia gala, y que su boda fue así.
Como tengo pensado viajar algo durante los fines de semana, también he repasado algunos programas viejos de sofá Sonoro sobre Memphis y Nueva Orleans, y el reportaje de This American Life sobre el Katrina.
Con todo esto, mal que bien, las cosas van empastando y me voy haciendo mi fortaleza, como decía García Madero.

domingo, 13 de marzo de 2016

I wanna be your Maria Popova #4

Esta semana M. está muy ocupada y me ha dejado a mí a los mandos. Como consecuencia casi inevitable, este boletín va a tener más texto que enlaces y os llegará a última hora del domingo, thus rendering it virtually useless. También estará salpicado indiscriminadamente con frases en inglés, la mayor parte de las cuales serán gramaticalmente correctas. En fin, empecemos:
Un reportaje (larguísimo) sobre travellers de Limerick y cuernos de rinoceronte, en The Atavist: The Dead Zoo Gang, por Charles Homans.
Hablando de lo cual —aproximadamente, como siempre—, este reportaje merece mucho la pena: How killing elephants finances terror in Africa, por Bryan Christy.
Al leerlo, por cierto, he recordado esta historia en The Moth: Unusual normality, por Ishmael Beah.
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Tres años después, seguimos sin saber qué pasó en Chévaline. Una buena crónica aquí: L'affaire de Chévaline, por Sean Flynn.
Una buena crónica puede ser mal periodismo, ¿no? Es decir, el reportaje sobre Chévaline ordena los hechos y los resume, pero no descubre nada nuevo. Aunque eso tampoco es mal periodismo, claro; mal periodismo sería inventarse cosas. En todo caso, es algo distinto (y peor) a este reportaje, por ejemplo: The wetsuitman, por Anders Fjellberg.
Hablando de cosas que no sabemos cómo sucedieron —boy am I good at segueing—, esta semana, ha habido una nueva comisión parlamentaria sobre el ataque a la embajada de Benghazi en 2012 (Hank Green lo explica muy bien en este vídeo), y he recordado un capítulo de TLDR (el podcast del que nació el fenomenal Reply All, que aprovecho para recomendaros porque de esto se trata): RIP Vile Rat, en TLDR.
Por supuesto, tiene pinta de que la comisión parlamentaria tiene más que ver con las elecciones del año que viene que con saber exactamente qué pasó aquel día.
Hablando de lo cual, también esta semana ha retirado su campaña Lincoln Chaffee, irrelevante candidato a las primarias demócratas que probablemente solo protagonizó un artículo a nivel nacional en esta carrera: Why did Lincoln Chaffee even run?, por Molly Ball.

lunes, 7 de marzo de 2016

Mad Max

Cualquier gallego conoce la fama del eucalipto: estropea el suelo, consume mucha agua, desprende tanta cáscara que nada crece bajo él, es una autopista para el fuego y de los primeros en recuperarse después. En el imaginario colectivo, el eucalipto es tirando a cabrón.
El caso es que el otro día me encontré este párrafo en "The Orchid Thief":
There is even a grand champion of Florida's deathless plants. It's the melaleuca, a homely tree from Australia that was brought to the state in 1906 as an ornamental landscaping plant. Melaleucas grow to be fifty feet tall, and have spongy white bark, and look a little like a eucaliptus tree with long hair. They drink so much water that they can dry out an acre of wetlands a day, so they were also used to help drain what was then considered Florida's useless swampland. In the 1970s, real estate developers had melaleuca seeds scattered over the Everglades by plane. Melaleucas love living in Florida. Since their introduction, they have multiplied by the thousands. Ther spread at the rate of fifty acres a day. They have parched and then taken over a half million of the Everglades' 7.6 million acres. Melaleuca leaves are oily and burn intensely. A melaleuca-leaf fire in 1985 left two million people in Florida without electricity because the fueled-up flames burned as high as the main power transmission lines. No one has any sentimental feelings about the species, and most people now consider them as spreading evil. The problem is that melaleucas hate to die. If a melaleuca tree is frozen or starved or chopped or poisoned or broken or burned, it will release 20 million seeds right before it dies, and resow itself in every direction, so in essence it ends up more alive than dead. The trick is to kill the tree gradually, because the shock of dying is what causes it to shoot out its seed. The ranger who led me on my first walk on the Fakahatchee was a melaleuca murder expert. He said that a tiny, pudgy  Australian weevil, known as the snout beetle, lives on melaleuca leaves and flower pods, and that 300 of them had been imported and released in the Everglades, in hope of down the melaleuca population.  He said that, otherwise, the only way to kill the tree in a non-shock way is a method called hack-and-squirt. You hack a little bit of the tree, you squirt in just a little bit of herbicide, come back after a while and hack and squirt again, and keep hacking and squirting until the tree languidly dies.
¿A qué clase de torturas espartanas somete Australia a sus árboles? ¿Cómo los deja tan dañados, tan egoístas, asustadizos como monstruos en un país extraño, con tanto miedo a morir que al huir aplastan todo a su paso?

domingo, 6 de marzo de 2016

I wanna be your Maria Popova #3


El domingo pasado se reeditó con el País un artículo muy bueno de Ander Izagirre en Jot Down sobre Chernobyl ("No sabíamos que la muerte pudiera ser tan bella", por Ander Izagirre), y dos días después rebotó por muchos medios el resultado de un estudio sobre el aumento de población de animales salvajes en la zona de exclusión alrededor de la central, desde que no hay humanos.
Oir hablar de Chernobyl dos veces seguidas en tan poco tiempo es perfectamente normal, por supuesto; pero si habéis leído el artículo de Izagirre os habréis dado cuenta de que cita en él a Svetlana Alexievich, galardonada con el premio Nobel de literatura este mismo jueves.
El tema de los lobos nos ha recordado, por cierto, un vídeo precioso: How wolves change rivers. Pero volviendo a los Nobel, merece la pena mencionar un par de enlaces sobre la búsqueda de neutrinos:
A la búsqueda de materia oscura en el túnel de Canfranc, por Antonio Martínez Ron
Elements, en Radiolab.
Night crossing, en Futility Closet
Incluso viene a cuento, aunque no tenga nada que ver con los neutrinos, enlazar este poema que hemos recordado: Resurrection, por Dylan Garity.
Lo que probablemente no tenga ya ningún sentido —además de ser probablemente ilegal— es dejaros también la opinión de Dara O'Briain sobre la película 2012.

viernes, 4 de marzo de 2016

Sobre "The Orchid Thief"

La periodista Susan Orlean leyó un breve en un periódico local de Florida sobre el juicio al responsable de un vivero, a quien habían detenido recolectando varias docenas de orquídeas protegidas del pantano Fakahatchee. La noticia le produjo curiosidad, no tanto por el caso en si, como porque los cómplices del ladrón pertenecían a la nación Seminola, y los indios tienen un estatus legal tan extraño en Estados Unidos que ni siquiera estaba claro que la ley que habían roto se les pudiese aplicar a ellos: era posible que el veredicto dictase que los Seminola no son ciudadanos americanos, sentando un precedente de magnitud imprevisible. Orlean decidió volar a Florida.
El resultado del juicio, sin embargo, no fue particularmente interesante. No se trató a fondo el asunto de la ciudadanía, nadie fue a la cárcel, se estableció una prohibición de acceso al pantano, hubo algunos culpables de faltas administrativas, se pagaron algunas multas.
Meses después, Orlean publicó un reportaje sobre el caso, "Orchid Fever". El texto habla de obsesiones y de las desilusiones que las siguen, y se centra en el protagonista del robo, John Laroche, un tipo brillante y marginal que adquiere pasiones insanas, vuelca su vida en ellas de forma enfermiza, y las acaba abandonando bruscamente.
Me da la sensación, aunque qué sé yo, de que Orlean le dedicó tan específicamente su texto a Laroche para salvar un reportaje que estaba en riesgo porque el veredicto del juicio había resultado ser irrelevante; pero, al hacerlo, se vio con un montón de detalles y curiosidades que había ido acumulando con paciencia de sub-sub-bibliotecaria mientras trabajaba en el reportaje, y que se habían quedado finalmente sin sitio en el texto.
Tenía una lista de todos los robos de orquídeas que se habían producido en los últimos veinte años, y otra con las muertes de los recolectores de platas victorianos, y otra con los nombres y las formas de las orquídeas del Fakahatchee. Conocía estafas inmobiliarias, envidias, cuernos y diputas personales entre orchid men; contrabandistas, exploradores, o un jefe indio que dirigía un holding empresarial y había ganado un Grammy.
Así que, a partir de una nota breve en un periódico regional, sobre un tema tan poco atractivo como la compra-venta de orquídeas en Florida, con un caso judicial que se había desinflado mientras trabajaba en él, y después de haberle dedicado ya un texto de 6500 palabras, Susan Orlean decidió escribir un libro entero, como una nota al pie en la que poder estirar las piernas y explayarse.
The great Victorian-era orchid hunter William Arnold drowned on a collecting expedition on the Orinoco River. The orchid hunter Schroeder, a contemporary of Arnold's, fell to his death while hunting in Sierra Leone. The hunter Falkenberg was also lost, while orchid hunting in Panama. David Bowman died of dysentery in Bogotá. The hunter Klabock was murdered in Mexico. Brown was killed in Madagascar. Endres was shot dead in Rio Hacha. Gustavo Wallid died of fever in Ecuador. Digance was gunned down by locals in Brazil. Osmers vanished without a trace in Asia. The linguist and plant collector Augustus Margary survived toothache, rheumatism, pleurisy, and dysentery while sailing the Yangtzé only to be murdered when he completed his mission and traveled beyond Bhamo.
"The Orchid Thief" es como un libro de Jacinto Antón o de Cunqueiro, como "The thrilling adventures of Lovelace and Babbage", de Sydney Padua, como las notas ficticias de "Jonathan Strange & Mr. Norrell" de Susanna Clarke: una celebración de la minuciosidad y de la curiosidad del chapón de clase.
Está lleno de enumeraciones, como la de arriba, y aunque están escritas con ritmo y gracia, siempre hay más listas de las que uno anticipa, y cada una dura más de lo que se espera. En el párrafo anterior, Orlean cita a once exploradores, detallando cómo sucedieron sus muertes y dónde, y enumerando listas dentro de listas todas las enfermedades que había pasado Augustus Margary antes de ser asesinado más allá de Bhamo. Opino que, a partir del cuarto caso David Bowman, muerto de disentería en Bogotá, la lista ya no es necesaria para explicar el peligro que corrían: simplemente se está pegando un gustazo.
El libro es un pantano: una maravilla de la naturaleza, lleno de vida, espeso de historias escondidas en la maleza, con una sorpresa a la vuelta de cada hoja; se avanza palmo a palmo, hundiéndose a cada paso en un lodo espeso de datos y nombres, con un machete en la mano y una enorme sonrisa de felicidad. 
Orchids have diverse and unflowerlike looks. One species looks just like a German shepherd dog with its tongue sticking out. One species looks like an onion. One looks like an octopus. One looks like a human nose. One looks like the kind of fancy shoes that a king might wear. One looks like Mickey Mouse. One looks like a monkey. One looks dead. One was described in the 1845 Botanical Registry as looking like "an old fashion head-dress peeping over one of those starched-high collars such as ladies wore in the days of Queen Elisabeth, or through a horse-collar decorated with gaudy ribbons". There are species that look like butterflies, bats, ladies' handbags, bees, swarms of bees, female wasps, clamshells, roots, camel hooves, squirrels, nuns dressed in their wimples and drunken old men. The genus Dracula is blackish-red and looks like a vampire bat. Polyrriza lindenii, the Fakahatchee's ghost orchid, looks like a ghost but has also been described as looking like a bandy-legged dancer, a white frog and a fairy. Many wild orchids in Florida have common names based on their looks: crooked-spur, brown, rigid, twisted, shiny-leaf, cow horn, lipped, snake, leafless beaked, rat tail, mule-ear, shadow witch, water spider, false water spider, lady tresses and false lady tresses. [...]

domingo, 28 de febrero de 2016

I wanna be your Maria Popova #2

En 2009, Evan Ratliff  desapareció sin dejar rastro, y ofreció una recompensa a quien lo encontrase. Vanish, por Evan Ratliff.
Hablando de este tema, tres años después apareció un mensaje con un acertijo en 4chan. Fue el principio de Cicada 3301, sea lo que sea.
Muchos años antes, por cierto, cuando internet todavía no era internet, Cliff Stoll descubrió a un ciberespía por un desfase de centavos de dólar en su factura de teléfono, y después concedió una entrevista gloriosa en C-SPAN. Booknotes: Clifford Stoll.
Y ya que estamos dando vueltas por el vecindario, mencionemos también un par de episodios de dos podcasts, for good measureDarkode, en Radiolab, y Chasing the Dread Pirate Roberts, en Planet Money.
Pero volvamos atrás un momento. Merece la pena, si me dejáis irme por una tangente, mencionar la fenomenalmente obsoleta web de Stoll, a través de la cual vende botellas de Klein: Acme Klein Bottles.
En Numberphile podéis ver algunos vídeos en los que trisca y saltarica por su laboratorio promocionando sus botellas de Klein, pero también desmontando calculadoras Curta(1), o cortando cristal con una sierra improvisada con velcro y un imán. Sirva el siguiente como ejemplo, pero hay más: The man with 1000 Klein bottles under his house.
No sé si me creo a Stoll, pero me encanta. Su entusiasmo me recuerda, por cierto, al protagonista de uno de mis episodios favoritos de This American Life, Amusement Park.
Para compensar el alboroto, dejadme terminar con vídeos de artesanos que construyen cosas con las manos, modesta y pacientemente.
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(1) Me acabo de acordar, releyendo esta entrada, de este tweet mío, que surgió de un hilo precioso.
(2) Creo que este buen hombre merece que lo incluya en esta lista: Frank Howarth, carpenter.

lunes, 22 de febrero de 2016

I wanna be your Maria Popova #1

El año pasado empecé con mi amiga M. una newsletter de recomendaciones. Nació en cierta medida destinada al fracaso y ha ido languideciendo hasta ahora, pobrecita, entre la indiferencia de los lectores y mi propia pereza al escribirla. La he cerrado. Voy a ir colgando aquí los boletines que enviamos.

Cuando le tiro una pelota para que la recoja, mi perro me devuelve un limón maduro que se ha encontrado en el prado, una manzana, u otra pelota de la que se había desentendido días antes.
Los siguientes enlaces han sido escogidos y agrupados con la mentalidad de mi perro Pachín: la forma de unos recuerda levemente a la de los otros, o pesan lo mismo, o huelen parecido.
Os los presento nervioso y moviendo la cola y esperando que os resulten lo suficientemente interesantes como para que sigáis jugando conmigo dentro de dos semanas.

The boy who loved transit, por Jeff Tietz.

The Race for Space, por Public Service Broadcasting.

2 on 5, por Thomas Lake.
Shadow of a Nation, por Gary Smith.

martes, 9 de febrero de 2016

Qué habrá sido de mi disco de Edgar Oliver

Texto publicado originalmente en gallego aquí, el 16/01/2015.

A finales de octubre de 2014 encontré en Barcelona una habitación pequeña, interior y barata, en un piso de principios de siglo lleno de libros de segunda mano y goteras y discos de jazz y basura en las esquinas, a compartir con una cantante de tangos argentina y una mexicana muy simpática que trabajaba por las noches y bebía vino por las mañanas, con ventiladores estropeados y una lavadora vieja en el salón como mesita de la tele. El piso me encantó desde el momento en el que entré por la puerta. Parecía un sitio donde ser pobre y feliz, como un Vila-Matas en París.
Les dejé pagada una fianza y me fui a Galicia un par de semanas. El día que volví, antes de que pudiese dejar las cajas de la mudanza en la habitación, mis flamantes compañeras de piso me explicaron que en ese tiempo habían decidido volverse a sus respectivos países antes de final de año, y que me devolverían la fianza si quería irme y buscar piso en otra parte.
Y posiblemente debería haberlo hecho, pero en un arrebato bohemio y optimista me imaginé bebiendo vino blanco barato en copas rotas y comiendo tamales con un sol de noviembre en la cara, mientras la argentina ensayaba "Nostalgia" en el salón, y decidí quedarme a disfrutar de la vida.
Metí las cajas de la mudanza en mi cuarto y ni siquiera me preocupé de desempaquetarlas, porque me sentía decadente; encendí el ordenador, me conecté a la wifi del piso y celebré que ya había acabado la mudanza contribuyendo improvisadamente a la campaña de Indiegogo del disco nuevo de Edgar Oliver, como un Ephrussi en canotier.
Después cerré la puerta de la habitación y basicamente no salí en todo el mes, porque más allá de los arrebatos momentáneos soy tirando a gris, y no hay cantante de tangos que me haga cenar viendo el Intermedio.
Tampoco fue todo tan pedestre como suena, mind you: cierto es que no bebí absenta ni vino blanco en copas rotas, pero las chicas querían vender todos sus muebles antes de marcharse, así que estuve dos semanas sin mesa en el salón, y cinco o seis días sin microondas, comiendo pasta fría sobre la lavadora vieja como un escritor en Ménilmontant.
El doce de diciembre salí del piso sin haber  comido ni un solo tamal, con las mismas cajas de cartón que un mes antes y dos detalles más, que recuperé de la basura por salvar algo del espíritu bohemio con el que me había mudado: una botella del mejor alcohol del piso, y uno de los libros de segunda mano.
A falta de absenta la botella tuvo que ser de cava brut, que nunca me ha gustado; en cuanto al libro, una novelita de Ben Elton de cuando pretendía ser joven y provocador, tenía una pinta francamente atroz. Acabé bastante satisfecho.
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Me acordé de repente del disco ayer a las tres de la mañana, después de dos meses sin prestarle atención a la página de Kickstarter ni al par o tres de correos que me habían ido mandando. 
Resultó que la campaña se había financiado exitosamente. Tenía derecho a que me mandasen un email con una copia digital del disco y una postal antigua de Coney Island firmada por Edgar, que posiblemente ya estuviese de camino. La dirección que les había dado, en los días de vino y rosas, era la del piso de la cantante de tangos.
Cuando lo leí en la web de la campaña me entró un pánico de madrugada; traté de buscar la fecha del envío y, al no encontrar nada, les escribí con creciente nerviosismo un correo confuso y con párrafos densos como la fraga de Eirís donde todas las noches el lobo saluda a la gente—, espesos como solo puede producir, con la combinación justa de sueño y nerviosismo, alguien que incluso en su mejor momento acaba hablando de absenta y lavadoras estropeadas cuando se había sentado inocentemente a escribir exclusivamente sobre una postal antigua; de alguna manera perdí el hilo a medio camino —os sorprenderá saber—, y se me olvidó mencionarles que me había mudado y que la dirección que ellos tenían no era la correcta.
Cuando me levanté hoy —a una hora, por cierto, francamente bohemia—, me esperaba en el buzón un email de la organizadora de la campaña. "Estimado Noé", me decía. "Sentimos mucho el retraso en el envío de su postal. Hoy mismo acabamos de reenviarla, y me alegra informarle de que hemos incluido adicionalmente una copia física del CD como muestra de buena voluntad".
Así que le he dado un disco de Edgar Oliver y una postal antigua de Coney Island a los nuevos inquilinos del piso, como regalo de bienvenida. Ya pueden merecerlo. Ya pueden ser escultores, o nobles austríacos venidos a menos.