jueves, 2 de diciembre de 2010

De buena fe

Lo peor del asunto es que no hay ninguna mano negra a la que culpar. Si tu madre (o tal vez tu profesora de párvulos) te contó la historia de Pedro y el Lobo fue simplemente porque ella la había oído también en su momento y parecía una buena manera de explicarte que las mentiras son malas.
Así que te la contó, y al final Pedro moría ante la desidia de sus vecinos, que se habían reído de él, y la muerte de Pedro el mártir los dejaba consternados, con la sonrisa helada y llenos de remordimientos.
Tu madre (y también tu profesora de párvulos) ya lo habían asumido desde muy jóvenes así que al contártelo no se dieron ni cuenta, pero fue entonces cuando tú empezaste a aprenderlo:
Que no hay que pasarse de listo, que no hay que ser suspicaz ni fiarse; que hay que esperar en fila a pasar de uno en uno por el arco magnético y llevar botes de menos de 50 cl. porque tú eres bueno, pero el que va detrás de ti en la fila, o tal vez tu profesora de párvulos, puede ser el lobo.

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