sábado, 24 de enero de 2015

Resonancia

En algún sitio leí que si eres genial no puedes ser coherente, y la frase me acompaña ridículamente desde entonces; no tanto porque me crea genial como porque me cuesta un mundo ser coherente. Para cambiar de opinión en muchos asuntos me basta un buen discurso, un par de adverbios innecesarios, una frase pegadiza; y me refiero a temas serios: el aborto, la energía nuclear.
Ni siquiera sé qué constituye una frase pegadiza. No le veo nada meritorio a "si eres genial no puedes ser coherente" y dudo que sea cierta fuera de las guardas de los libros, pero resuena en mí de tal manera que escribo esto, diez años después de haberla leído, preguntándome si soy lo suficientemente genial para compensar mi incoherencia, si soy capaz de arrastraros subordinada a subordinada a través de frases que se desparraman hacia el final del párrafo como riadas de lava, como lenguas de hielo en la Antártida resbalando morosamente sobre la Barrera de Ross.
Qué expresión tan fea, "resuena en mí"; qué pretenciosa. Pero no se me ocurre otra manera de traducir "to resonate with", francamente. "Tener que ver" simplemente no le hace justicia, ni "identificarse con" ni "concordar". Ni siquiera "hacer eco" o "reverberar", que por lo menos remiten a ondas, traducen el efecto devastador de que una frase, o el protagonista de un libro, se sincronicen con tu modo interno de vibración y te hagan sentir validado, que te den el armazón intelectual para justificar tus defectos y los amplifiquen, y provoquen que diez años después empieces un texto con una confesión que no tiene nada que ver con lo que venías a contar, y además te  hace parecer francamente pretencioso, solamente por la posibilidad de que acabe resultando genial.
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Yo venía a hablaros de un par de frases de Colin Thubron que leí hace año y medio, con las que describía a su amigo Bruce Chatwin:
"[Era] muy obsesivo, tremendamente hablador cuando tenía una idea en la cabeza. Violentamente imaginativo más que juiciosamente erudito [...]. Ocasionalmente recibía una carta suya sin esperarla. Simplemente quería celebrar algo que le había fascinado, como si no pudiera dejar de escribir sobre ello, y no precisaba de ninguna respuesta."
La cita parece inocente a simple vista poco pegadiza, si me permitís pero se me clavó en la nuca con un cosquilleo y un borbotón de sangre espesa, y no he sido capaz de sacarla de la cabeza en todo este tiempo. Releyéndola ahora me doy cuenta de que "violentamente imaginativo" se parece mucho a "genial", y "juiciosamente erudito" a "coherente".
Ocurre que, a diferencia de Chatwin al que llamaban "el nómada dorado", yo salgo francamente poco de mi casa; paso los días en internet, para bien o para mal, dando tumbos incoherentes. Me encuentro constantemente con las manos llenas de curiosidades (películas, textos, podcasts...) que se van a perder en el laberinto de webs que visito, fogonazos brillantes que comienzo a olvidar al hacer click en el siguiente enlace de la cadena.
Hay que ser pretencioso para pensar que os interesa lo que leo o escucho, pero llevo la cita de Thubron clavada dentro y me convenció de que a mis amigos les alegraría recibir ocasionalmente un enlace que no habían pedido a un disco que podría o no gustarles.
Ahora tengo a mi novia y a mi amiga M. abrumadas a recomendaciones, como el padre de Pahmuk(1) . Es una carga que les transmito egoístamente, sólo por sacármela de encima, aunque sé que ellas tienen que trabajar y vivir y no pueden seguir mi ritmo. Así que hemos decidido, M. y yo, comenzar un boletín de recomendaciones, con la esperanza de quedarnos sin material sobre el que escribir, de que me pueda la presión de las entregas semanales y se corte mi síndrome de Diógenes de ideas ajenas y deje de fascinarme todo siempre.
Se llamará "I wanna be your Maria Popova", y si os apuntáis aquí lo recibiréis en vuestro correo cada domingo. Yo voy a escribirlo porque no puedo dejar de hacerlo, pero no tengo claro si os lo recomiendo.

(1) Orhan Pahmuk -o su traductor, en cualquier caso- escribe en "Estambul, ciudad y recuerdos" que su padre "era un hombre abrumado de dones". Es otra frase a la que llevo años dando vueltas.

jueves, 22 de enero de 2015

Táctica

Mauro Scaloni, centrocampista fajador, estuvo en el Fabril durante nueve temporadas. No en el Dépor, donde su hermano pequeño fue convirtiéndose con el paso del tiempo en un histórico del club, sino en el filial. En 2006 el Fabril se proclamó campeón de su grupo de tercera división y Mauro aprovechó para retirarse del fútbol en alto, con 30 años y sin haber llegado a debutar.
Me gusta imaginarlo en un rincón sombrío del banquillo, recibiendo cada año una remesa nueva de juveniles, que habían crecido siendo los mejores jugadores de su barrio o de su pueblo y ahora se veían a un paso del primer equipo. Mal afeitado y en zapatillas, como un Tallón en la barra del bar. «¿Crees que sabes de fútbol, hijo? El fútbol soy yo. Ponme un cubata, que tengo mucho que explicarte».