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miércoles, 15 de enero de 2014

Vila-Matas: Los conjurados involuntarios

Quise buscar en internet a Paula de Parma, la de las dedicatorias de Vila-Matas, por saber si existía fuera de las guardas de sus libros. Acabé leyendo un texto publicado en un blog argentino llamado "pauladeparma" el domingo 1 de octubre de 2006. En él aparece el siguiente fragmento:
"[D]iría que Vila-Matas no existe, y un colectivo de autores dispuestos a aniquilar la identidad vigilan cómo crece su personaje. Pensándolo bien, ese vampiro ojeroso que se pasea cada vez más por periódicos y revistas puede no ser más que una marioneta con la suficiente chaladura como para que no sepamos interpretar en su mirada si habla en serio o se está burlando de nosotros."
A veces me atacan certezas. Leyendo un comentario en un blog sobre Jacinto Antón, intuí que lo había escrito Ander Izagirre, y era cierto. Años más tarde, aburrido en clase de estructuras pensé que el "A. Serafín de Dios" que había visto anunciado en una placa tenía que llamarse Ángel, y era cierto también. Lo comprobé con fastidio, en serio; cosas como esa no deberían pasar. Uno trata de tener una mente científica, racional y escéptica, así que intenta descontarlas como casualidades, pero se le agarran como a un toro banderilleado.
Mientras leía el texto anterior se me clavó la intuición de que yo había escrito algo muy parecido, y de que en cuanto hiciese las cuentas decubriría además que lo había escrito a la vez que la argentina. Me llevó algún disgusto comprobarlo, porque hace ocho años tenía 19, y por tanto, un fotolog, pero de nuevo era cierto: en un texto que publiqué por primera vez el 26 de septiembre de 2006, cinco días antes que pauladeparma, escribí lo siguiente: "Vila-Matas no debería existir, tendría que ser sólo el pseudónimo que utilizase un escritor oculto, o incluso un escritor ficticio, inventado (...) por un tipógrafo o un relojero."
Ajeno a que dos personas conspirábamos involuntariamente en su contra, aunque acostumbradamente paranoico, Vila-Matas acudió el jueves de aquella semana a una entrevista de Ray Loriga en "Carta  Blanca". Lo menciona de pasada en "Exploradores del abismo", en la página de TVE aparece anunciado como uno de los invitados, y yo tengo el recuerdo (no la certeza) de haberlo visto.
El programa, hecho entre el martes en que yo pedí que no existiese y el domingo en el que pauladeparma afirmó que ya no lo hacía, se puede ver en la web. Y Vila-Matas ha desaparecido de él.

sábado, 16 de febrero de 2008

Vila-Matas no debería existir


Vila-Matas no debería existir. Tendría que ser sólo el pseudónimo que utilizase un escritor oculto, o incluso un escritor ficticio inventado en su dietario por un tipógrafo o un relojero.
Pero de vez en cuando, alguien llamado Vila-Matas asoma por la televisión y dice en ella lo mismo que en los libros pero más lento, más torpe, sudando por los focos como si no se hubiese acostumbrado todavía a llevar puesto un cuerpo.
Y sin embargo es él, o por lo menos es alguien que tiene derecho a llamarse Vila-Matas, aunque sólo sea por su mirada de loco y su sonrisa de bebé, y porque sus entrevistas son extrañas y geniales y el verdadero Vila-Matas, si de casualidad se ve a sí mismo en la televisión, sonreirá divertido, como un bebé.

Vila-Matas: Recuerdo


Me ha visitado un recuerdo de Vila-Matas a punto de inventarse a Montano.
Ha sido extraño porque no creo que distinga fisicamente a Vila-Matas, y de hecho a quien vi fue a una mujer joven, de pelo corto mojado, vestida con camisa blanca y una corbata fina de color negro, igual que el cinturón, y unos pantalones bombachos que dejaban ver sus tobillos por encima de los zapatos bajos. Destacaban, sin embargo, y por encima de todo, sus ojos de lascivia y rabia, sus dientes mordiendo el cigarrillo, y sus orejas puntiagudas.
Quizá por sus orejas he sabido de un vistazo que ella era Vila-Matas, imaginando que tenía un hijo enfermo de literatura, y he comprendido por ello tanto la ira como la determinación que se le nota en los ojos.
Ha sido extraño porque lo que vi fue simplemente la "Mujer de un pintor", de August Sander, portada del Mal de Montano, y me he quedado mirando la foto hasta que estuve seguro de que ya no lo molestaría.
De hecho, fue él el primero que me habló:
- ¿Montano?- preguntó, despistado- ¿Eres Montano?
- No, soy Vila-Matas- le contesté. Pero él no me hizo caso, y siguió hablando: No puedes ser Montano. Soy tu padre y no te dejo ser así. Y tampoco te dejo ser Vila-Matas. ¿Quién soy yo, si no?
- Te dejo ser quien quieras, te dejo ser Hemingway, o Walser, o, si no te molesta, podrías ser Rosario Girondo una vez más. Entonces no serías mi padre, sino mi madre...
- ¿Qué pretendes, Vila-Matas: imitarme, sustituírme, citarme...?
- Pretendo traicionarte constantemente hablando de mi angustia de escritor, de que el boli me tiembla en la mano y en ocasiones las palabras confabulan para atacarme. Y quiero vampirizarte, si no te importa que use esa palabra.
- Bueno, supongo que es justo...

Vila-Matas: Sesiones de diván

Hay algunas noches en las que las paredes de mi habitación en Rialta se me caen encima y tengo que escapar y acabo delante de la puerta de Lucía.
Y le pido, por favor, que me deje pasar. Prometo no hablarle de Joyce y no volver a frecuentar la Shakespeare & co., prometo sólo hablarle de mí, de un escritor canoso, cansado y con barba que, como Rimbaud, quería beber licores fuertes como metales fundidos. Prometo necesitarte y sí, una rosa es una rosa es una rosa, pero déjame entrar, por favor. 
Se hace a un lado y me deja hablar durante horas, pelearme y cansarme, y cortarme los dedos con el sedal, y sentirme, en definitiva, un viejo pescador con un gran pez. 
Voy notando que cada vez pesa menos, que cada vez tira menos; la lucha se amaina, y, mientras todavía contemplo su piel brillante, empiezo a comprender que dentro de mi gran pez no hay nada, que está vacío como las cosas sin sentido; gracias a Lucía, sin necesidad de un tiburón, comprendo que nunca existió y me vuelvo tranquilo a mi habitación, arrastrando no el esqueleto del pez que nunca hubo sino la piel, la brillante imagen de escritor torturado y asocial. 
Y me siento tan feliz y simple, la brisa del océano baña mi rostro y paso deseos de soltar mi carga, pero me entra el miedo, y temo que entonces no seré más que un estudiante solitario de Caminos en un bote en el Gulf Stream que hace 84 días que no recoge un solo pez.

Vila-Matas: Un juego

Para empezar en serio de una vez por todas, supongo que tendré que confesarme: veréis, quiero que juguemos a que soy un escritor.
Yo jugaré, aunque sea solo, a verme como un irredento letraherido, un lúcido escritor con algo que decir y con talento para hacerlo. Por ejemplo, en breve planeo reflexionar sobre el estado de la literatura, los topos de Pico, la carretera perdida, Nosferatu, y otros asuntos de interés.
A ver si lo explico bien: no voy a ser un escritor cualquiera, jugaré a que soy Vila-Matas. (¿Que no lo conocéis? Mejor, no lo hagáis: soy egoista y lo quiero para mí solo). Os contaré de vez en cuando mis anécdotas de joven aspirante a escritor viviendo una vida bohemia, y quizás consiga confesaros alguna vez, en serio y contundentemente, mi mal de Montano y, en fin, trataré de contaros todas las mentiras del mundo para deciros la verdad.
Más que un juego, para mí esto representa un desafío. Quizáis lo entendáis si abro al azar algún libro de Vila-Matas y os leo algo en voz alta. Por ejemplo:
"A comienzos del siglo XXI, como si mis pasos llevaran el ritmo de los conjuradosde la muralla china, noto el frío habitual de estas horas y de esta época en esta casa y me enciendo la estufa y me cubro los hombros con un chal y deambulo mentalmente con los ojos cerrados y me pregunto qué llevo en mí de desconocido. Estoy en mi casa, pero también en una carretera perdida. Con mis hogareños jarrones, pero frente al abismo. Llamadme Walser"
¿Comprendéis ahora contra quién compito?
Por vuestra parte, si estáis ahí, si tenéis ganas, también para vosotros hay un desafío que podréis aceptar. Os pido que me creáis y me déis la razón como a un loco, os pido que me admiréis en secreto, y que, desde vuestra casa, me acompañéis a las carreteras perdidas donde da el sol todo el día.... y ya no sé si me explico, pero quiero aclarar que os pido que me dejéis jugar y chapotear en el agua aquí en la orilla, donde estoy lejos de peligro y no molesto a nadie, para que así pueda seguir pareciendo ahí fuera la persona normal que todos sabéis que soy.
Acabo de traicionar a Vila-Matas invocando la angustia del escritor, pero le prometo mentalmente que es la última vez. Sólo quería dejar esto claro.
Los que habéis llegado hasta este párrafo, mojados hasta las rodillas, todavía no tendréis muy claro cómo quiero que juguéis a mi juego, qué tenéis, por ejemplo, que hacer, la próxima vez que me veáis...
Me acuerdo de Gombrowicz: "Si queréis expresar que os gustó mi obra, tocad sencillamente, al verme, vuestra oreja derecha". También de Kafka, en una carta a Max Brod: "No debes decir que me comprendes".
Bueno, yo lo dejo a vuestra elección. Aunque también es cierto que una parte de mí, supongo que será la vanidad, está deseando acabar este texto con una frase: "Llamadme Vila-Matas"
- Llamadme Vila-Matas