miércoles, 6 de mayo de 2015

Es que ni para ir a por el periódico

Entro en el ascensor y aprieto automáticamente el botón de la segunda planta. Me doy cuenta al momento de que me he equivocado, y marco también el de la quinta; todavía tengo que acostumbrarme al piso nuevo. Me miro en el espejo mientras subo. Me queda corto en las mangas, el jersey este; ha debido de encoger al lavarlo. Cuando el ascensor para, salgo de él empujando la puerta con el talón y me fijo en que además ha hecho bolitas en la espalda. Lo he estropeado, definitivamente; debería haberlo lavado a mano, o meterlo en una bolsa como hace A. con sus blusas. Trato de abrir la puerta, pero la llave no gira; parece mentira que aún no controle bien qué llave va en cada puerta. La siguiente que intento ni siquiera entra en la cerradura. Miro bien mis llaves. Miro bien la cerradura. Miro bien la puerta.
La puerta es de un color distinto al que recordaba.
En ese momento se pone en marcha un engranaje en mi cabeza. Pasa un segundo. Una rueda dentada gira lentamente y acaba cayendo en posición. Vuelvo corriendo al ascensor, pero he tardado demasiado tiempo y el mecanismo de bloqueo de la puerta ya no me deja entrar. Subo caminando tres pisos. Cuando llego al quinto, el ascensor está esperándome con la puerta abierta.

Versión en gallego aquí 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Las bolsas de A. para la ropa. Qué recuerdos! :)