Solo te tienes que distraer un segundo. Lo que dura un
parpadeo a destiempo, un aleteo de mariposa. La carretera es así. Pierdes la
concentración un momento y cuando te quieres dar cuenta te has saltado el
desvío a la autovía y tienes que seguir por la nacional otros veinte minutos.
En el cruce de la Espiñeira me despisté por una
Berlingo blanca que llevaba detrás y tardó demasiado en frenar y también
porque en general tiendo a hacer cosas así, para ser franco. Me incorporé a la carretera
hacia la derecha, en dirección a Lugo, en lugar de meterme en el otro sentido
para coger la autovía.
Iba distraído, pensando en un artículo muy curioso que
acababa de leer sobre la muerte del capitán Scott, pero no tengo excusa. He hecho
ese camino cientos de veces. Me fastidió bastante, me parecía mentira haberme
equivocado en algo tan obvio.
Traté de dar la vuelta, pero los apartaderos que fui
encontrando eran demasiado pequeños o estaban en curva, o justo se me acababa
de pegar un coche detrás o eran perfectamente válidos, en plena recta, con
visibilidad y nadie detrás y el cielo azul con un arco iris señalándome el
camino, pero para cuando me di cuenta de todo eso ya estaba pasando de largo.
Mi frustración aumentaba por momentos. Iba pegando frenazos y acelerones, preguntándome si podría dar
la vuelta o meterme por alguna carretera secundaria que fuese a dar a la
autovía… El caso es que iba a Lugo de todas formas, así que la nacional me
servía perfectamente. Además, en aquel momento la autovía todavía no estaba
completa, había un par de tramos cerrados, incluso aunque consiguiese meterme
en ella tendría que salir en Mondoñedo, y prácticamente estaba llegando de todas formas.
Pero ya me había hecho a la idea, y no me la podía
sacar de la cabeza. Iba en la dirección equivocada. Estaba tan cabreado conmigo
mismo que apagué la radio. No es mucho, la verdad. En el momento me apetecía ponerme
a gritar, pegarle a un saco de boxeo, apuñalar un pollo de goma con una polea. Pero
si vas conduciendo te tienes que exasperar bajito, sin aspavientos y agarrando
el volante a las nueve y cuarto; lo cual irónicamente es frustrante de por sí,
aunque en el momento no te des cuenta. Con el tiempo, por suerte, se te acaba
cayendo encima la resignación, como una manta pesada sobre la cabeza.
Abrigado por mi recién adquirida resignación seguí
camino, y crucé Villamar sin que se me ocurriese dar la vuelta en la
entrada de la casa de mi tía. Iba a cumplir mi condena. Me quedaban diez
kilómetros hasta Mondoñedo, solo tenía que sentarme bien en el asiento, pensar en otra cosa, y seguir
adelante.
Me falta información sobre Scott para saber si
Robin McKie tiene razón. Escribo esto y me doy cuenta de que estoy metiéndome
por otro desvío sin saber muy bien dónde acaba. Supongo que tiendo a hacer
cosas así. Pero el artículo me resulta curioso: para defender a Scott, al que a
menudo se acusa de incompetente, McKie dibuja una línea zigzagueante de causas
y consecuencias que tarda varios años en producirse y atraviesa el globo de
punta a punta. Me parece demasiado alambicada para creer en ella, pero me resulta
divertida.
Iba pensando en esto cuando vi de refilón un cartel
azul de desvío, justo al salir del puente de Vilanova. Estaba a punto de llegar al final del último tramo abierto, calculé mentalmente que me
quedaría como mucho medio minuto de autovía antes de que me echase; y me había prometido
dejarme de tonterías e ir por carretera. Pero decidí
coger el desvío, de todas formas. Era una cuestión de orgullo.
Con una rapidez extraña en mí terminé de hacer mis
cálculos mentales, puse el intermitente, me coloqué en el carril de la derecha,
frené, reduje marcha, encendí la radio para ocupar la mano izquierda mientras hacía
el juego de pies de frenar y embragar, y después reduje otra marcha. Me tomé un
momento para apreciar la eficiencia y la coordinación de mis movimientos y para
sentirme, en general, satisfecho conmigo mismo, y me dispuse a recorrer mis
merecidos 400 metros de autovía non-fucking-chalantly,
besando bebés y saludando por la ventana del coche como un Papa.
Continuación en el capítulo siguiente
Versión en gallego
REFERENCIAS
Continuación en el capítulo siguiente
Versión en gallego
REFERENCIAS
"Scott of the Antarctic: The lies that doomed his race to the Pole" de Robin McKie
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