sábado, 14 de marzo de 2015

Panenka

No se veía con fuerzas de frenar, así que se dejó llevar hasta la portería por la inercia de la carrerilla.
El portero pensó con fastidio que venía corriendo a buscar la pelota, como si no le llegase con el empate y aún pretendiese acabar de remontarles el partido en lo que quedaba del descuento. Se la escondió a la espalda con resignación y lo recibió buscándole la frente con su frente, gritándole que se dejase de ansias, y que tenía los huevos pelados y que eso no se le hacía a nadie. 
Él aprovechó la cercanía para susurrarle al oído «Tranquilo, ya está hecho, ya pasó todo». El portero no entendió muy bien lo que oía pero soltó el balón para lanzarle una colleja tímida, por si acaso.
Él lo agarró antes de que botase y después se alejó de la portería, sin prestarle atención a la colleja ni a las palmadas en la espalda de sus compañeros; atravesó el centro del campo corriendo a buen ritmo, esquivó el abrazo de su propio portero, saltó las vallas de publicidad, y salió del estadio por el túnel de las ambulancias sin parar de correr, sujetando el balón bajo el brazo y peinándose con la mano libre.

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