sábado, 16 de febrero de 2008

"La dama de honor"


Cuando volvíamos del cine, mi padre empezó a exponerme una idea suya, explicándose tan mal como pudo (en eso nos parecemos): piensa que hay películas que te hacen mejor, y películas, o libros, o historias, que te vuelven peor. (Bueno, la idea no era tan simple, pero ya digo que me suelo explicar mal). El caso es que cuando sales del cine de ver "La dama de honor" estás más asqueado de la vida, más temeroso, más desconfiado.
A la película, basada en una novela de Ruth Rendell, se le nota la herencia directa de Patricia Highsmith, sobre todo en su intención (lograda) de perturbar, de hacer entrar la amoralidad del criminal por una rendija cualquiera de la vida cotidiana.
La película narra la relación entre un jove formal, trabajador, responsable hermano mayor, con una extraña chica (magnética Laura Smet, más guapa a cada plano que pasa).
Él la deja hablar mientras la observa, la deja mecerlo, hipnotizarlo, va simpre un paso por detrás. Por eso cuando ella le pide que mate a alguien como muestra de amor lo deja tan turbado. Tan turbado como a nosotros, que la hemos observado mientras hablaba, que le hemos dejado mecernos, hipnotizarnos, que fuimos siempre un paso por detrás.


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